Se denomina hipertensión a una elevación sostenida de los niveles de la presión sanguínea por encima de valores considerados normales (presión sistólica más de 160 mmHg, presión diastólica más de 90 mmHg).). En su origen, influyen tanto factores personales y ambientales (edad, hábitos alimentarios y estilo de vida) como los genéticos: la tensión arterial tiende a elevarse con la edad, es también más frecuente que aparezca si la persona es obesa, lleva una dieta rica en sal y pobre en potasio (pobre en verduras, frutas y frutos secos, legumbres, cereales integrales), bebe elevadas cantidades de alcohol, no realiza actividad física, o sufre de estrés psicológico.
Prácticamente en el 90 % de los casos la hipertensión es primaria o de causa desconocida y, en menos de un 10 %, secundaria a otros procesos relacionados con alteraciones de origen renal, cardiovascular o del sistema endocrino.
La primera causa de mortalidad en España, al igual que en otros países de nuestro entorno, son las enfermedades cardiovasculares, según informa la Fundación Española del Corazón, al tiempo que avisa de que un gran porcentaje de estas enfermedades se pueden evitar si se diagnostican y tratan adecuadamente. Dentro de ellas, se encuentra la hipertensión, también llamado el mal silencioso ya que no tiene síntomas, y porque el retraso en su diagnóstico y tratamiento tiene importantes consecuencias sobre el sistema cardiovascular. Como método de prevención, aconseja la Fundación reducir el consumo de sal, evitar el tabaco, el alcohol y productos con cafeína, y hacer ejercicio. Una vez diagnosticado, lo primero que habrá de hacerse es tomar la medicación según las indicaciones del médico. En segundo lugar, se indica que habrá de informar al médico de cualquier efecto secundario del fármaco o de cualquier molestia ocasionada por él. Y en tercer lugar, controlar la presión arterial regularmente.
Durante el tratamiento algunos trucos resultan muy útiles para evitar esos olvidos; por ejemplo, tomar siempre la medicación con el desayuno, o asociada a otra actividad que realice todos los días a la misma hora. No se debe abandonar el tratamiento por encontrarse bien, ya que la presión puede elevarse incluso más de lo que estaba cuando se comenzó a tomar la medicación, con los consiguientes riesgos. Por último, no debe comenzar a tomarse otro fármaco (para la artritis, por ejemplo), sin consultar a su médico, pues algunos medicamentos pueden anular el efecto de los que se esté tomando para la hipertensión.
En el tratamiento de la hipertensión, son necesarias una dieta adecuada a las necesidades individuales, con control de sodio y una serie de recomendaciones que orienten a la persona hacia un estilo de vida más saludable.
El consumo actual de sal (cloruro sódico) en nuestro país se encuentra por encima de las necesidades reales de este mineral. El exceso de sodio se relaciona con la retención de líquidos en los tejidos del cuerpo y por tanto, con el incremento de los valores de tensión. Cuanto menos sodio contenga la dieta, más fácil será eliminar ese exceso por la orina y así contribuir a normalizar los niveles de tensión arterial. La dieta pobre en sodio, también beneficia a personas que padecen de enfermedad cardiovascular o hepática avanzada con retención de líquidos.
Por otro lado, la hipertensión se considera factor de riesgo de enfermedad cardiovascular, por lo que las recomendaciones dietéticas también deben incluir orientaciones para la normalización del peso (en caso de sobrepeso u obesidad), control de la calidad de la grasa y del colesterol, así como asegurar una cantidad adecuada de fibra y antioxidantes naturales, relacionados con la prevención de estas enfermedades.
Esperemos que os ayuden tanto éste como el resto de nuestros consejos del blog. Os animamos a que complementéis estos sencillos consejos con un/a nutricionista que os guíe/ayude a mejorar vuestra salud y conseguir alimentación sana y saludable.